viernes, 9 de octubre de 2015

Contaminación por eutrofización

La eutrofización es una de las consecuencias de los procesos de contaminación de las aguas en ríos, embalses, lagos, mares, etc., que desgraciadamente, debido a la actividad del hombre sobre estos recursos, está cada día más extendida.

Este proceso está provocado por un exceso de nutrientes en el agua, principalmente nitrógeno y fósforo

Los aportes adicionales de nutrientes a las aguas proceden mayoritariamente de los retornos urbanos, de ciertas instalaciones industriales y del uso creciente de fertilizantes y pesticidas en la agricultura.

En principio, parece lógico pensar que un aporte añadido de nutrientes al ecosistema acuático podría favorecerlo, pero no es así ya que estamos hablando de excesos.


Los ecosistemas se desarrollan en un perfecto equilibrio y, el hombre como siempre con sus actividades, interfiere en ellos, en este caso, aportando este exceso de nutrientes.

El problema en sí no es este exceso de nutrientes sino que, las plantas y otros organismos crecen en abundancia y de forma exponencial hasta el límite.

Cuando mueren, se pudren y aportan importantes cantidades de materia orgánica, llenan el agua de malos olores y le dan un aspecto nauseabundo, descuidado, lo que provoca una disminución drástica de su calidad.



Durante su crecimiento y su putrefacción, consumen una gran cantidad del oxígeno disuelto y las aguas dejan de ser aptas para la mayor parte de los seres vivos. 

El resultado final del proceso de la eutrofización, resulta ser un ecosistema casi destruido.


Si el fenómeno no es excesivamente grave, encontraremos especies vegetales y animales como barbos, carpas, etc. adaptadas a aguas pobres en oxígeno, mientras que las características de aguas bien oxigenadas, oloigotróficas, especies como la trucha, habrán desaparecido.

En la mayoría de los ecosistemas de agua dulce el factor limitante es el fósforo y en los de agua salada el factor limitante es el nitrógeno. 

Ambos provienen de vertidos urbanos: detergentes y desechos orgánicos, vertidos ganaderos y agrícolas, fertilizantes, desechos orgánicos, etc., así como industriales ricos en fosfatos y nitratos.

En el caso del nitrógeno, además hay que contar con una elevada proporción de alrededor del 30% que llega a través de la contaminación atmosférica.

Y en el caso del  fosfato una de las fuentes principales han sido durante muchos años los jabones y detergentes. 

Durante los años 60 y 70 se empleaba en su composición un compuesto fosforado que suponía entre el 60 y 65% en peso del producto.
Canadá fue el primer país que incorporó a su legislación un límite del 2,2 % en la proporción de fósforo a estos vertidos. En la actualidad, algunos países prohíben los detergentes con más de 0,5% de fósforo.

Las medidas encaminadas hacia la reducción de esta contaminación se refieren siempre a la reducción de las emisiones líquidas y gaseosas de las distintas actividades humanas.

En el caso de aguas de consumo urbano, contar con depuradoras dotadas de tratamientos biológicos y químicos que eliminen el fósforo y el nitrógeno. En cuanto a la industria, reducir las emisiones gaseosas y líquidas de NOx y amoniaco y, en el caso de la agricultura, uso adecuado de fertilizantes y productos fitotóxicos y, en general, práctica de labores más respetuosas con el medio ambiente.


La legislación Europea regula este tipo de situaciones mediante la Directiva sobre el tratamiento de las aguas residuales urbanas. Para ello impone a los estados miembros unas normas mínimas de recogida y tratamiento de las aguas residuales en aquellos puntos generadores o vulnerables.
Según la Directiva, los Estados miembros, por un lado debían haber determinado sus zonas vulnerables el 31 de diciembre de 1993. Por otro, haber implantado normas de regulación de vertidos directos o indirectos a las mismas, antes del 31 de diciembre de 1998, incluida la eliminación de los nutrientes que contribuyen a la eutrofización.

En España, son las Comunidades Autónomas las responsables de determinar estas zonas sensibles, tanto en aguas interiores como costeras, y el gobierno nacional en aquellas aguas compartidas por dos o más Comunidades. Por el momento, la mayor parte de las regiones autónomas tienen pendientes estos estudios.

En Andalucía, por ejemplo, tras diferentes estudios realizados, puede afirmarse de manera general que, cerca del 50% de los embalses regionales presentan un estado eutrófico, o bien se aprecia una tendencia clara hacia dicho estado.

La Comisión Europea, frente a estas situaciones, ha enviado escritos de advertencia no solo a España, sino también a Portugal, Bélgica, Irlanda, Francia, Alemania y Reino Unido por el incumplimiento de estas medidas.
España ha remitido desde abril del 2.000 los programas de acción correspondientes a algunas de las nueve Comunidades Autónomas afectadas, aunque todavía no se han aprobado los programas relativos a Castilla-León, Andalucía, Valencia y Baleares.

La aplicación de estas normas es necesaria.

Fuente: Universidad de Jaén



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